Donde maduran los años

Que los años pasen en los rincones más sagrados del silencio, en esas mesas y ventanas donde aún guardo los olores de la vida y de las grandes memorias.

A la luz de las velas, en las noches rojizas donde el tiempo se detiene, tu voz susurra pensamientos a mi espíritu y despierta afectos que no sabría nombrar.

Que nunca falten las lágrimas por tus secretos revelados, por tus abrazos en mi desesperanza. Que mis lápices marquen y anclen, hasta el fin, las promesas que exhalan cielo y tu corazón extendido en eternidad.

Uno debería suspirar siempre al ver ese libro donde reposan vidas:

páginas envejecidas, trazos que maduran los años. Y pienso hoy en cuánto has sostenido mi vida en cada hora, en cada herida, en cada día que parecía perdido… perdido sin Ti.

Que podamos envejecer a la luz de tu Palabra; que nuestros afectos se eleven hacia Ti, Padre eterno.

Como enseñaba Edwards:

Allí donde la verdadera belleza

enciende el alma

y la vuelve eterna.

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