Give Me Jesus

Miremos a Cristo con la profundidad de un atardecer, contemplémoslo con la certeza de la muerte.

Sigamos a Cristo, hasta que lo sucio del alma desmanche al compás de su mirada.

Solo él, en la fragilidad, el buen pastor de mi alma.

Cristo, lo más hermoso; en mi temor fui alumbrado.

El fiel amigo, su consuelo y sus entrañables misericordias, bajo sus brazos el mejor refugio.

Cristo, el más deseado; de las tormentas rey, de lo imposible soberano, de los puntos a nuevas páginas, solo él arropa mi ser.

Como padre con su hijo, el placer del presente, sus consejos y sabiduría; el shamma en nuevos cantos se exhala.

Mis brazos al cielo, los silencios extensos,
la vida de sus ojos y yo, el incansable observador. Que todo sea por él y para él.

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